Los herederos del Imperio de Alejandro

Llevado por su sueño ?igualar las hazañas de Aquiles? Alejandro construyó en pocos años un imperio que se extendía desde el Adriático hasta el Indo, desde el Nilo hasta el Mar Negro. Su deslumbrante epopeya, su deseo de unificar los pueblos, de conceder a todos, conquistadores y conquistados, los mismos derechos, de fundir en un solo crisol las culturas griega y oriental, han exaltado la imaginación de las generaciones pasadas y presentes. Alejandro sigue siendo una de las grandes figuras de todos los tiempos. Su ideal de "armonía y comunidad" sigue siendo el nuestro. Decenas de obras han trazado su excepcional destino. Pero muy pocos ?aparte de los estudios para especialistas? han estudiado la vida de sus sucesores, los Diádocos. Gerhard Herm revive en todo su esplendor la prodigiosa explosión artística e intelectual de este periodo de tres siglos que separa la muerte de Alejandro (323 a.C.) de la conquista romana de Asia (30 a.C.). Tras muchas guerras, los Diádocos se reparten el Imperio y fundan grandes dinastías: los Ptolomeos en Egipto, los Seléucidas en Asia, los Atálidas en Pérgamo, los Antígonos en Grecia. En Alejandría, Pérgamo, Antioquía, Priene, el ideal alejandrino so-brevive en todas partes; los diádocos promueven las artes, la literatura, la filosofía y la ciencia. Euclides y Arquímedes establecieron las teorías matemáticas de las que viviría Occidente durante dos milenios, Zenón de Chipre enseñó el estoicismo mientras Epicuro buscaba "evitar el dolor". Una reconstrucción magistral de una civilización que descubrimos cercana a la nuestra: mismos trastornos, mismas preguntas, mismas esperanzas.